El modelo capitalista es irremediablemente eficiente, y sigue creciendo, es cierto. Tan eficiente que morirá de éxito, como dijo Marx.
Si tenemos en cuenta que el fin último del capitalista es la acumulación y reinversión de capital que genere beneficio constante, podemos entender la evolución del capitalismo hacia la periferia con la «deslocalización» que es el llevarse la inversión fuera a países no regulados por leyes laborales ni siquiera morales para con los trabajadores, generando así más beneficio y más acumulación de capital para las grandes empresas, que por la simple capacidad de bajar los precios se comen a las pequeñas, y se hacen cada vez más grandes, cada vez el dinero del mundo manejado por menos gente. Por otro lado, si tenemos en cuenta la imparable tecnología que avanza impetuosamente y que por las propias teorías de la competencia entre empresas no puede dejar de crecer, puede vislumbrarse por datos objetivos una tendencia hacia la automatización de todas esas industrializaciones previas, fomentada por el desarrollo de la informática, la bioelectrónica, la robótica, etc; si tenemos en cuenta eso, y un futuro donde en vez de 100 trabajadores hayan 12 técnicos controladores, cuando las máquinas trabajen sustituyendo a las personas ya no solo en las fábricas sino en el sector servicios incluso (algo que no parece muy lejano en el tiempo, parece ser), ¿de dónde generará la plusvalía el capitalista?
Porque un capitalista gana la plusvalía de los seres humanos, no de los robots, sencillamente porque los robots no consumen para beneficio del sistema keynnesiano de producción-consumo. ¿Y si toda esa producción del capitalismo productivo es cada vez más eficiente integrando a más países, si cada vez hay más máquinas trabajando y más paro para la gente a nivel global, donde miles de millones de personas en el mundo luchan por los mismos trabajos, quién consumirá los productos que se fabrican?
Los robots no consumen. Las máquinas no consumen.
Millones de personas en el paro que no tendrán dinero para absorber la producción. Y cuando todo eso colapse, y el capitalismo muera de éxito al adquirir el mundo entero y no encontrar comprador, ¿qué haremos los de abajo?, ¿morir alegremente, quizás?
Teniendo en cuenta esto, quiero desvirtuar a esa colonización partidista de la mente en la que se convierte muchas veces la televisión, para decir que lo acontecido en el banco que llaman «ocupado» del paseo de Gràcia en Barcelona es la práctica de una sociedad paralela de consumo sin especulación, de apoyo mutuo y acerciento a lo social y humano, un modelo que no es nuevo ni viejo en España, un modelo de resistencia al capitalismo productivo y financiero, sobre todo al financiero, para que cuando todo colapse, que lo hará en una nueva crisis social y económica mundial, y no haya trabajo más que para máquinas y algunos esclavos, los de abajo, que somos la mayoría, resistamos.
No existe una única realidad. Esta que digo es otra realidad que criminalizan en la televisión tildándola de negativa e inconcebible, y no estoy de acuerdo. Y hablan de violencia cuando con violencia policial se intenta desmontar a la fuerza por estar en la periferia del capitalismo. Todo este sistema social, paralelo, donde se intercambia comida, libros, clases, conferencias, humanidad, acercamiento social, no es ni bueno ni malo, es lo necesario para un futuro que se prevé inestable por las propias contradicciones del sistema que nos rige, este sistema inhumano, corrupto, mafioso, clasista que de éxito acabará muriendo.
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