Sábado

Cuando se abre el telón y la fiesta comienza sonríe exuberante falto de inquina alguna sino la complacencia en su visaje y la mirada vestida de avidez. Se muestra entregado y el momento crece, se desenvuelve entre pequeñas dosis de felicidad que lo hacen mecerse con delicadeza y alcohol en mescolanza. Es marca del fin de la semana en su sexto día y todo desaparece en turbias miradas y sonrisas exageradas que extienden sus comisuras desfiguradas por la alucinación. Es marca del día común del sexto de la semana y la fiesta le sonríe exagerada para olvidar el resto de los días pasados que ahora no pesan. De momento. Pero es una mácula que prevalece tras el velo turbio, pues se desvanece éste como humo entre calientes vahadas que expresan toda una complejidad emocional. No hay rúbrica en la gente sobre él, sin embargo, cuando termina la música y el alcohol se acaba. No hay recuerdo más que de lo no ocurrido, llanto de expectativa trivial del desgastado modelo social del sexto día de la semana pues, cuando el telón baja y la música acaba, nadie recuerda nada transcendente. Solo bruma intangible y frivolidad abstracta. Un día más de la semana, que salga mal o salga bien es consciente de que la Luna sigue mirando, los políticos siguen desposeyéndole de su libertad y el planeta girando, sin más, sin prestar atención a su bisoñez.

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