Me han preguntado que qué es eso de la mercantilización que de tanto nos quejamos algunos.
Mercantilizar es hacer comprable y vendible una cosa que antes no se podía comprar o vender por ser de la ciudadanía, pero que es gestionado en realidad por un Estado que la representa a través de una Democracia Representativa Liberal.
Dime, ¿cómo se puede comprar una montaña?, ¿cómo se puede vender una playa, un río o el Sol?
Cuando ese Estado que representa a la ciudadanía vende aquello que no se podía vender esto se mercantiliza y un ente privado lo compra, lo privatiza, le pone vallas y perros y leyes que lo sostenga, y priva al mundo entero de ello en beneficio personal, para su disfrute o para el de otros desde el punto de vista final del negocio, en base a las estructuras de trabajo del sistema capitalista y de la necesidad de la clase trabajadora de malvender su fuerza de trabajo por haber sido privada de lo común, de lo autogestionado que les hacía libres: una mercantilización que en España se vino a llamar la «desamortización» llevada a cabo desde siglo XIX, que luego tuvo un lapsus con un contrato social del capitalismo keynnesiano en el siglo XX, llegado a España con la Transición, pero que se acabó con la llegada de nuestra crisis, se fue como vino, y ahora de nuevo está próxima la culminación con la mercantilización de la Sanidad Pública, la Educación y de todo lo público en beneficio de los poseedores del Capital. Y en sus manos quedaremos con el apoyo de los liberales, los ganadores del juego.
Mercantilizar es hacer comprable y vendible todo, comprable y vendible el trabajo, comprable la tierra, vendible el agua, comprables las materias primas, vendible la vivienda, especulados los alimentos, mercantilizado el ocio, la cultura, el deporte, vendida la Educación Pública y la Sanidad, comprada la energía y las relaciones sociales.
Vendida la política.
En un mundo donde todo está mercantilizado el que tiene el dinero tiene el Poder.
Mercantilizada la vida, mercantilizada la muerte.
Carrito de compra