El brete, del que ya difícilmente se puede salir, con una red de redes de la información masiva distribuida de forma parcial e inconexa al alcance de un solo clic, en una mente de tendencia absolutista, muy extendida esta en la adolescencia y aún en la madurez, es que cada cual encuentra su verdad absoluta tras pocos clics, y la refuerza buscando confirmación, focalizando la atención en unos pocos experimentos de tal o cual universidad muy muy lejana o tal o cual argumento antiguo o nuevo con su propia lógica tautológica. En la red de redes no se sistematiza una búsqueda de la epistemología estructurada que acerque a un proceso de lo objetivo a lo subjetivo, de lo subjetivo a lo plural, de lo plural a lo relativo en forma de un desarrollo a lo piagetano. No se busca la fiabilidad ni la validez ni la proliferación de estudios y resultados para aceptar una verdad siempre abierta, ni es necesaria una explicación del todo racional para dar por válido o para desestimar todo un cuerpo documentado, creando así por todos lados, nuevos dogmas de fe, tan absolutos, tan excluyentes entre sí, que un café en la cafetería se ha vuelto una batalla campal donde se esgrimen como armas afiladas y concluyentes la posición totalitaria asumida por cada cual, cada cual más certera y elocuente, cada cual más válida, documentada y lógica que la de en frente.
Y así, el café social se volvió ágora, y la verdad perdió su mayúscula, y lo Relativo ganó la suya propia para enfrentar y contener la diversidad de pensamientos, creencias y sentimientos que la calle ahora discute ferozmente por encontrar su propio espacio en el nuevo universo de la apertura mental que suponen tantas tendencias contenidas en un sólo café, con sacarina, en la cafetería de la posmodernidad.
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