Leer es como navegar en un mar finito. Te embarcas en la playa cuando todo está en calma, y navegas, y te adentras sin saber para dónde va. Leer es sumergirte en sus aguas compuestas de letras amalgamadas que forman olas de emociones e historias entreveradas con personajes que adoras y odias, de quien sientes celos y anhelos, de quien sientes miedo por su actuar, marañas que te envuelven en la imaginación mientras se expande la conciencia infinita de tu océano creador, que te va atrapando en su profundidad para mostrarte quién eres. Leer es la tormenta desatada en sus frenéticos vendavales de una historia interiorizada que se siente en las entrañas con los vaivenes de la barca de un lector apasionado; y tú la miras, la tocas, y cierras los ojos y te ves reflejado en su turbulento desenlace. Y de momento la barca se detiene y el flujo de letras se acaba. Para siempre.
Y queda el vacío.
El vacío de un final que es llenado con la imaginación, haciendo la historia inmortal. Leer no es una acto pasivo, es entrar a conocerse a uno mismo y llenar los vacíos con la más profunda y hermosa mismidad.
Regala un libro y estarás regalando un universo infinito que jamás desaparecerá del corazón de su valiente lector. Así lo vivía yo en mi infancia, y eso soy ahora: mis cuentos infinitos.
Feliz Navidad.
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