La irreductibilidad del espíritu humano
Estás cansada. Lo sé. Cansada de ese deslucido taller sórdido al que toca volver a coser, mi querida cosedora del cordobán, mi apreciada aparadora del alma. Los ojos de los ancestros de Monóvar están en ti, ahora y siempre, observando tu coser mecanizado, tu mirada macilenta pegada a la máquina, tu desasosiego frente al …