A ti te digo estas palabras, joven de creencia irracional. Si crees que la inteligencia es estable, dada por la naturaleza, donde hay algunos muy inteligentes y otros muy poco, y de la cual nada o muy poquito puede cambiarse, ante los primeros fracasos escolares, confirmatorios estos de tu incapacidad y baja inteligencia, tu vida, atrapada por la creencia, te llevará a evitar ser evaluado para huir de tu baja capacidad y de las comparaciones con los demás que reducirían tu autoestima.
Despierta, chico.
La inteligencia puede estar sujeta a cambios durante toda la vida. El esfuerzo marca la diferencia, el empeño, la motivación. Todo lo evaluable por los test de inteligencia puede mejorarse. Todo. Pero en realidad eso importa muy poco. No importa la inteligencia ni la capacidad sino la creencia.
La creencia.
Si, por otro lado, crees que la inteligencia no es estable, que puede mejorarse, ante los primeros fracasos de la propia vida renacerá un espíritu de esfuerzo y motivación para mejorar y superarlos en el futuro (y no indefensión ante la incapacidad); eso llevará a obtener mejores resultados relacionados con la inteligencia y por ello mejor autoestima y de ahí a un proceso de retroalimentación. Un cambio de creencia puede ser clave, hacer la diferencia entre éxito y fracaso escolar que puede generalizarse a la vida adulta.
Creencias, racionales e irracionales, que condicionan nuestra vida hasta tal extremo.
Creencias. Sólo creencias.
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