Hace tiempo que no escribo nada. Hacía tiempo que no sentía la necesidad.
Ahora, con la muerte de Pepe Payá he sentido cosas que creía que estaban dormidas u olvidadas en algún oscuro recoveco de mi personalidad.
Pepe Payá presentó conmigo mi primer libro, lo recuerdo, codo con codo, en la Fnac de Alicante, hace ahora unos 7 años. Ni si quiera recuerdo cómo contacté con él, pues no lo conocía. No lo consigo recordar. Pero sí recuerdo sus palabras, sus consejos. Yo estaba muy nervioso, apoyado en la barra de la cafetería frente al escenario, y él me habló de mi capacidad, de mi futuro. Y luego habló al público de mi libro.
Siento una punzada de dolor al pensar que ha muerto. Tampoco comprendo por qué; soy Bastian ante la muerte del librero que le ofreció la Historia Interminable, Frodo ante la muerte de Gandalf, Harry ante la muerte de Dumbledore, Alejandro ante la muerte de Leonardo. Así me siento.
Yo nunca estuve a la altura de una personalidad como la suya. Lo sé, y lo he asumido.
Las veces que hablamos, siempre me inspiraba y aconsejaba qué pasos seguir para tener éxito como escritor, y qué errores no debía cometer. Y como no he sabido aprovechar sus consejos, y como he cometido los errores que no debía cometer para no caer en el olvido, ahora que no está siento como un vacío que su mera presencia, llenaba. Quería pensar que estaba ahí, que si acudía a él para pedirle de nuevo consejo, estaría.
Pero ya no está.
Quizá me he centrado demasiado en mis estudios, y he caído, como él vaticinó, en el olvido. Pero no me importaba, hasta ahora.
He sentido, al conocer la noticia, una sincera y profunda tristeza. No es fácil de explicar. No teníamos un vínculo emocional, pero siento su pérdida, y ha levantado mis ganas de escribir.
Mi carrera como escritor está vinculada emocionalmente a este hombre. Y siento que ha muerto un poco con él.
Te llevaré en mi memoria siempre, Pepe.
Descansa en paz.